jueves, 8 de julio de 2010

La toma de Nayarit

Fuente: Proceso
Pedro Zamora Briseño

Como otras por tradición tranquilas ciudades de la República, Tepic, capital de Nayarit, perdió la condición de apacible. Sacudida por enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes que mantienen aterrada a la población, acabó por sumarse a la lista de las localidades “tomadas” por el narco. En 2009 el número de ejecuciones rebasó apenas la veintena en todo el estado. Pero en lo que va de este año, según el ejecutómetro de un portal local de noticias, ya se registraron 133 asesinatos vinculados con el crimen organizado, 56 de los cuales ocurrieron en junio.

TEPIC, NAY.-, 7 de julio (Proceso).- Convertida en campo de batalla entre cárteles del narcotráfico, esta ciudad se encuentra enferma de sicosis. Desde hace unos meses sus calles son escenario de balaceras entre bandas rivales que con rifles de alto poder –y en algunos casos también con granadas– ajustan cuentas a cualquier hora del día en avenidas, supermercados, expendios de gasolina, inmediaciones de escuelas y zonas habitacionales.
Los tiroteos de vehículo a vehículo, la aparición frecuente de ejecutados, las narcomantas, los enfrentamientos de militares y marinos contra pistoleros y, sobre todo, los incesantes rumores que a través de internet magnifican cada acto de violencia, mantienen alterada la vida de la población.
El rostro de esta capital, de apenas 340 mil habitantes, ha cambiado. En cuanto anochece las calles quedan prácticamente desiertas. Restaurantes, bares y antros permanecen solitarios, al grado de que algunos fines de semana ha estado cerrada la discoteca Mandala, la más grande y concurrida de la ciudad.
Las cifras no dejan lugar a dudas. En la última década se habían contabilizado anualmente menos de 10 muertes derivadas de la violencia del narcotráfico. En 2009 el número rebasó la veintena. Pero en lo que va de este año, según el ejecutómetro del portal de noticias Nayarit en línea, ya se registraron 133 asesinatos, de los que 56 ocurrieron sólo el mes pasado.
El 12 y el 13 de junio fueron un fin de semana que difícilmente se olvidará en Tepic. Como consecuencia de tiroteos en el estacionamiento del centro comercial Soriana y en una gasolinera, así como una serie de ejecuciones en diversos puntos de la ciudad hubo 28 muertos.
Las instalaciones del Servicio Médico Forense, con capacidad para ocho cuerpos, fueron insuficientes, mientras que los sepultureros de los panteones se vieron obligados a trabajar a marchas forzadas.
Mientras cava una fosa en el panteón Jardines de la Cruz, Lino González comenta que durante todo el año los enterradores han laborado tiempo extra, por lo que adoptaron la estrategia de adelantar trabajo para atender la demanda de espacios.
La cantidad de muertos, muchos de ellos sicarios no identificados ni reclamados en la morgue, rebasó la capacidad del cementerio, por lo que los cuerpos son sepultados en fosas comunes abiertas hasta en los corredores que separan una tumba de otra.
Pero el miedo a la violencia también llegó al cementerio. Juan Manuel Ayón, quien lleva 40 años como sepulturero, menciona que después de un ataque de sicarios el pasado 18 de abril en una funeraria de Tepic, donde fueron asesinados tres familiares de un ejecutado, algunos cortejos llegan al panteón custodiados por policías armados; hoy, prefieren no acercarse al féretro y prácticamente se resguardan en tumbas aledañas.
Daños colaterales
Entre los caídos por la violencia del crimen organizado no sólo se cuentan sicarios, militares o policías. También hay por lo menos cuatro civiles ajenos a los enfrentamientos. Uno de los casos que más impactaron a la población fue el de Olivia Torres, maestra de telesecundaria, quien la noche del 13 de junio murió luego de recibir tres balazos cuando pasaba por una zona donde se desarrollaba una balacera.
Seis días antes el niño Jesús Armando Reyes Chávez, de cinco años, caminaba de la mano de su madre, María del Carmen Chávez García, rumbo al kinder, cuando ocurrió un atentado en el que murieron el subdirector del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Tepic, José Manuel Hernández Rodríguez, su esposa y su chofer.
Al oír los primeros disparos, María del Carmen jaló a su hijo para protegerlo, pero éste cayó al suelo. Creyendo que había resbalado, lo cargó en brazos hasta su casa, en la colonia Los Sauces, donde descubrió que tenía un balazo en la espalda. Con ayuda de una vecina lo llevó a la clínica del Seguro Social. Ahí fue intervenido quirúrgicamente y fue salvado. Ahora el niño está en silla de ruedas y su mamá comenta a Proceso que, según los médicos, necesitará terapias para volver a caminar.
El 14 de junio el Ejército realizó un operativo contra un grupo de sicarios en una zona escolar de la colonia Mololoa. Esta acción desató el pánico entre cientos de padres de familia, quienes acudieron a recoger a sus hijos pues en internet corrieron versiones de que los sicarios estaban atacando los planteles escolares.
Frente a este panorama, ese mismo día el gobernador Ney González Sánchez quien hasta hace poco tiempo todavía presumía que Nayarit era uno de los estados más seguros del país, anunció que el 18 de junio concluiría el ciclo escolar; es decir, tres semanas antes de la fecha establecida por el calendario oficial de la SEP.
Esta medida, argumentó, es para que los niños permanezcan en sus casas y los padres “no tengan la zozobra, la angustia, de qué está pasando en las calles mientras el gobierno mete orden”.
Ante las críticas de que se suspendían clases por miedo al narcotráfico, en una entrevista con la cadena oficial Radio y Televisión de Nayarit (RTN), González Sánchez aseguró: “Esta decisión fue tomada a conciencia y no por miedo, sino por precaución y para garantizar la seguridad de los nayaritas”.
Enfrentado con los maestros de la ciudad, a quienes acusó de propalar los rumores –el secretario de la sección 20 del SNTE, Roberto Ávila, negó el señalamiento–, el mandatario se enfrentó con el gobierno federal, luego de que los titulares de la SEP, Alonso Lujambio, y de Gobernación, Fernando Gómez Mont, se manifestaron contra la decisión de anticipar el cierre del ciclo escolar en Nayarit. El 17 de junio el gobernador viajó a la Ciudad de México para negociar con varios integrantes del gabinete presidencial su decisión, que finalmente sostuvo.
Tres días antes, cuando anunció que se adelantaba el fin de cursos, González informó que había solicitado a Felipe Calderón el envío de refuerzos federales a Nayarit para fortalecer la lucha contra la inseguridad pues, reconoció, “no son tiempos para simular, la situación es seria”.
El día 15 el mandatario estatal dijo que los enfrentamientos entre las bandas de crimen organizado en Tepic obedecen a que están disputándose “lo que ellos consideran su territorio, queriendo quitar el territorio a otro grupo”.
En declaraciones al periodista Carlos Loret de Mora, en Radio Fórmula, el gobernador aseguró que el estado está pagando “culpas ajenas” porque la mayoría de los sicarios proviene de otros estados, pues “la gente de Nayarit no es así”.
Y ofreció: “Voy a recuperar la paz en las calles de mi capital; sé que esto no va a ser fácil, no lo voy a hacer pidiendo de favor, tengo que hacerlo con el uso de la fuerza”.
Hasta el jueves 1 la ayuda federal solicitada por el mandatario no había llegado a la entidad.

Control territorial

La madrugada del 12 de abril pasado murió en Tepic, en un enfrentamiento con efectivos federales, Santiago Lizárraga Ibarra El Chaguín, identificado por la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) como el principal operador en Nayarit de Héctor Beltrán Leyva, El H.
La semana previa fue ejecutado –junto con 12 personas más– José Luis Estrada Martínez, conocido como El Pepino, originario del municipio de Ruiz, Nayarit, quien era señalado como jefe de una de las bandas locales.
El 25 de mayo apareció en un puente de Tepic una narcomanta con el siguiente mensaje: “Esto va para todos los tiradores de los mazatlanes robacarros habrance o se van a morir tienen 24 horas” (sic).
Antonio Tello, director del portal Nayarit en línea, que desde hace varios años ha dado amplia cobertura al tema de la violencia del narcotráfico, considera que los cárteles se están disputando, más que el mercado de enervantes, el control del estado. La entidad, agrega, es un punto estratégico para el paso de la droga, pues se encuentra justo en la frontera natural entre el occidente (Jalisco, Michoacán y Colima) y el noroeste (Sinaloa y Sonora).
El presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), Guillermo Huicot Rivas Álvarez, considera que las corporaciones policiacas ya fueron rebasadas por los grupos de la delincuencia organizada.
Y añade: “Se ve que el adiestramiento y el equipamiento que tienen no es el adecuado para enfrentar a estos delincuentes y se generan situaciones de riesgo para una ciudad como Tepic, porque se han incrementado de manera exponencial los homicidios cometidos con un grado de violencia extrema que afecta y preocupa mucho a la sociedad”.
Rivas Álvarez indica que el organismo a su cargo ha sido enfático en la necesidad de replantear estrategias de mayor coordinación entre los tres órdenes de gobierno, a fin de crear un protocolo de coordinación y de coadyuvancia que garantice el derecho a la seguridad pública.
“Hay un clamor social para que se refuercen las autoridades en materia de seguridad, pero desde luego en un justo equilibrio de respeto a los derechos humanos fundamentales”, puntualiza.
La doctora Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), coincide con el ombudsman estatal y apunta:
“La gente dejó de creer en los medios y en el gobierno; recurre a las redes sociales de internet y cree en esa información porque la subió otro ciudadano, y la autoridad no ha actuado. Por eso se genera toda esta porosidad que tiene la sociedad en estos momentos. Podemos encontrar que el mejor consejo que te pueden dar es el de la abuelita: ‘No salgas por la noche’, ‘fíjate con quién te juntas’, pero no hay más. Somos una sociedad acallada, pasmada, enmudecida y permeada por el miedo”.

Secuelas psicológicas

Uno de los enfrentamientos más espectaculares entre bandas del narcotráfico, con rifles y granadas de fragmentación, ocurrió la madrugada del 30 de mayo último. Luego de una persecución a lo largo de ocho kilómetros del Libramiento (que bordea Tepic por el sur), el choque concluyó con saldo de dos sicarios muertos y una cantidad indeterminada de casas y automóviles impactados por las balas, aunque ningún civil resultó herido.
Ese día, Graciela Torres, ama de casa de la colonia Juan Escutia, despertó sobresaltada al oír los disparos, y junto con su esposo se arrojó al piso. Trató de comunicarse al número de emergencias 089 sin recibir respuesta. Cuando todo pasó le informaron que ya tenían el reporte de la balacera.
Desde entonces no duerme tranquila y suspendió sus caminatas diarias. Sólo sale para lo indispensable y después se encierra en su casa. A partir de esta experiencia y de enterarse de lo que ocurre en la ciudad, ha pensado en irse definitivamente de Tepic.
Blanca Solano, empleada de una farmacia, apenas había despertado y se tiró al suelo cuando escuchó el zumbido de una bala por su ventana. Ella y su esposo se escondieron en el clóset y luego se refugiaron con su pequeño hijo en otra habitación. “Se escuchaba como si estuvieran aquí afuera; yo pensé: están disparando a las casas, se van a meter, nos van a matar”, relata.
Horas después la mujer fue llevada a recibir atención médica a la Cruz Roja porque le bajó la presión. Actualmente sólo puede dormir tomando medicamentos, aunque con frecuencia tiene pesadillas. 
“Me da miedo salir sola, sacar a mi hijo. Ya no me gusta salir al centro. Lo peor es que trabajo en el turno nocturno. Los domingos salíamos a pasear mi esposo y yo con el niño, pero desde entonces ya no lo hacemos”, dice. 
Jorge Ortiz Gómez, propietario de un taller de laminado en la colonia Miravalles, comenta que cuando empezó la balacera él y su familia ya estaban despiertos, tomando café para irse al tianguis. Le tocó escuchar de cerca los granadazos y junto a su casa quedó el cuerpo de uno de los sicarios, en el interior de una camioneta Nitro.
Muestra al reportero los hoyos de los impactos de bala en las fachadas de las casas vecinas, donde todavía se aprecian algunas manchas de sangre. Después de ese suceso, cuenta que cada que escucha un ruido como la explosión de un escape, siente el impulso de lanzarse al suelo.
Rocío Figueroa, catedrática de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Nayarit, comenta que debido al trastocamiento de la seguridad, en estos momentos existe una sensación de impotencia y miedo entre la población.
“Esa incertidumbre es la que provoca los rumores, que impactan mucho porque crean una psicosis colectiva. En una situación de estrés todos los elementos se magnifican y las reacciones constantes de alarma nos ocasionan desgaste, y ya estamos empezando a ver trastornos de ansiedad generalizada en la gente”, plantea.
Esta situación, puntualiza, se manifiesta mediante un nerviosismo constante, la necesidad de recluirse y no realizar las actividades cotidianas, así como de cambiar los estilos de vida. Además, la especialista considera probable que la mayoría de la población tenga trastornos de sueño. 

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