La batalla de Tamaulipas
Fuente:
El Diario
La batalla de Tamaulipas
Raymundo Rivapalacio
Analista Político | 01-03-2010 | 02:20 | Opinión
Analista Político | 01-03-2010 | 02:20 | Opinión
Distrito Federal– El gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández, se quejó el jueves con el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, que las redes sociales habían creado la sicosis de violencia e inseguridad en el estado. El tema de su urgente visita no eran las redes sociales por supuesto, sino, precisamente, la violencia y la inseguridad en Tamaulipas. ¿Pero –comentaron– podrían los cárteles de las drogas usar las redes sociales? Naturalmente. Al Qaeda lleva años comunicándose a través de cuentas en internet. ¿Pueden contribuir a la inestabilidad? También. Sobretodo si no hay respuesta eficaz de quienes los persiguen. ¿Fueron responsables de la sicosis e inseguridad? Momento. Sobrestimar las redes sociales y subestimar la capacidad de fuego del narco en Tamaulipas, más que un error, es una tontería.
No fueron Twitter ni Facebook los detonadores de la sicosis y la violencia en el norte del estado, sino que el cártel que dominó la vida y la muerte durante cinco años se quebró, y los gobiernos estatal y local se pasmaron. El punto de inflexión fue el 18 de enero pasado, cuando Salvador Flores Borrego, apodado “Metro 3”, asesinó en Reynosa a Víctor Pérez Mendoza, “El Concord”, quien era el brazo derecho de Miguel Treviño, conocido como el “Z-40”, y quien de acuerdo con el gobierno de Estados Unidos, es el narcotraficante más sanguinario que hay en México.
La ruta crítica de la implosión del cártel tamaulipeco se encuentra contenida en un informe que proporcionó la DEA a las autoridades policiales mexicanas a finales de enero, anticipando desde ese momento que las cosas se pondrían sumamente calientes en esa zona. La DEA vio venir el problema por la información que le dieron sus agentes infiltrados en el Cártel del Golfo. Flores Borrego, responsable del grupo en Ciudad Alemán y Reynosa, actuó bajo las órdenes de Jorge Eduardo Costilla Sánchez, alias “El Coss”, quien junto con Ezequiel Cárdenas Guillén tenía el control del Cártel desde que su jefe Osiel Cárdenas Guillén fue arrestado en 2003.
El arresto del ex jefe criminal y su posterior deportación a Estados Unidos –la semana pasada lo sentenciaron en un corte de Dallas–, inició un largo periodo de frágil relación con el brazo armado del Cártel, Los Zetas, formado con desertores de las fuerzas especiales del Ejército, entrenados en Estados Unidos. Aunque Los Zetas permanecían como sicarios del Cártel, desde hace más de dos años ya eran en sí mismo una organización independiente.
Liderados por Heriberto Lazcano, el “Z-1”, y Treviño, Los Zetas se convirtieron en proveedores de drogas en Centroamérica –donde Pérez Mendoza era responsable–, y Europa –de la mano de los jefes zetas–. Cárdenas y Costilla manejaban el día a día del Cártel, y aunque había fricciones desde hace tiempo con Los Zetas, no se ha podido determinar –la DEA no lo menciona en su informe– la razón por la cual se dio la orden de ejecutar a Pérez Mendoza. Treviño reaccionó como lo hacen las mafias. Según la DEA, pidió a “El Coss” que le entregara a Flores Borrego, con lo que quedarían a mano. La respuesta fue el silencio.
Reynosa entró en tensión y comenzaron a circular por las calles convoyes de narcos, algo que hacía tiempo habían desaparecido de las calles mexicanas. Se estaban cazando los sicarios del Cártel del Golfo y Los Zetas. El 30 de enero, los hombres del “Z-40” interceptaron a 16 miembros del entorno de “El Coss” y los asesinaron en esa ciudad. La batalla por Tamaulipas había comenzado.
El gobierno de Hernández no acudió al federal por ayuda en ese momento. El alcalde de Reynosa, Óscar Luebbert, tampoco hizo nada, pese a que había indicadores de un rompimiento se venía cocinando antes de la ejecución de “El Concord”. A Cárdenas y Costilla no les gustó cuando Los Zetas se acercaron a Arturo Beltrán Leyva en la primavera de 2008 para enfrentar a sus viejos aliados en el Cártel de Sinaloa, pero no hicieron nada. Al morir Beltrán Leyva en diciembre, cambiaron la táctica, y según informes militares, se aliaron con el Cártel de Sinaloa para ajustar cuentas con su brazo militar. Todo ello transcurrió frente a los ojos de las autoridades tamaulipecas, que actuaron en forma omisa.
La paz se rompió abruptamente. Durante casi toda la gestión de Hernández el Cártel del Golfo y su brazo armado de Los Zetas, mantuvieron control absoluto del estado y no permitieron que ninguna organización enemiga los desafiara en su territorio, razón por la cual no se vio involucrada en la vorágine de violencia de los tres últimos años. Al ir Treviño por la venganza, comenzaron los enfrentamientos. No había operaciones militares en su contra, pero la inusual actividad iniciada por la banda los llevó a cruzarse con unidades de la Marina comisionadas en el estado.
Los marinos tenían dos encomiendas: la protección de la Cuenca de Burgos, el yacimiento de gas natural no asociado al petróleo más grande del país, y la vigilancia de los oleoductos de Pemex, donde había un saqueo creciente de hidrocarburos. Con los dos bandos en batallas callejeras, la semana pasada se cruzó un convoy con una patrulla de marinos. El enfrentamiento dejó un saldo de 10 muertos, que fue el incidente que hizo voltear los ojos a Tamaulipas, y socializó la violencia en el resto el país, en buena parte sí, a través de las redes sociales.
El argumento del gobernador Hernández sobre las redes sociales es baladí. El informe de la DEA hace cerca de un mes le pasó desapercibido al gobierno mexicano, que no tomó acciones preventivas. Las autoridades tamaulipecas, tras el asesinato de Pérez Mendoza tampoco. Supieron del ultimátum del “Z-40” a “El Coss”, vieron cómo empezó la matazón vengativa en Reynosa, y tuvieron que haber sentido el principio de la inestabilidad que, cuando no tiene antídoto, provoca sicosis. La batalla de Tamaulipas comenzó en cámara lenta, pero las autoridades se quedaron paralizados, o a la expectativa. La respuesta gubernamental que contribuyera a disminuir la angustia y el temor a los tamaulipecos a tiempo, nunca llegó. Lo demás, es justificación de incompetencia.
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