domingo, 15 de agosto de 2010

Nuevos metodos del narcoterror: De la cartulina a la manta, pasando por YouTube


Un objetivo llamado televisión

Un vistazo a los nuevos métodos de intimidación y terror del narco, que han pasado de los mensajes y las narcomantas a las ejecuciones en internet, y de ahí al secuestro de periodistas y el chantaje a las televisoras.

2010-08-15 | Milenio Semanal
Mantas con mensajes contra la Policía Federal, firmadas por <i>La Familia Michoacana</i>, fueron colocadas en Michoacán el 23 de noviembre de 2009.
Mantas con mensajes contra la Policía Federal, firmadas por La Familia Michoacana, fueron colocadas en Michoacán el 23 de noviembre de 2009. Foto: Cuartoscuro
Ya se dejaban ver las necesidades comunicativas de las diversas organizaciones que estaban, y están, con los diferentes cárteles que, en esto de las matanzas o confrontaciones intestinas, buscaban a toda costa, cual orín canino, dejar alguna marca que funcionara como banderita colonizadora, cuyo mensaje brutal tenía que ser inequívoco: aquí estamos, estos somos y este es nuestro territorio (o queremos que lo sea).
La vía primigenia fue el uso de las cartulinas analfabetas que dejaban sobre cuerpos, individuales o en montón, con leyendas que iban del señalamiento público a la amenaza velada, con nombres y apellidos, pelos y señales. Una peladera de dientes que siempre prometía algo más que una buena mordida. Las pequeñas pruebas yacían ahí, sin vida.
También se dejaban ver sus habilidades y capacidad de movilización social al acarrear gente para provocar tumultos y obstaculizar calles, avenidas y carreteras. Utilizando el método priísta de la repartición de la torta y el tamal, también dieron muestra de que sabían controlar personas a través del hambre y, posiblemente, la amenaza directa. Estrategia electoral “antigua” en beneficio de la influencia del capo o del cártel local. Ahí fue donde surgieron las mantas defensoras del crimen. Posteriormente, estas aparecerían lo mismo en puentes peatonales o carreteros y en caminos anchos, así como en lugares convertidos en parajes de muerte con violencia extrema. Tal vez la letra chiquita les venía igual, ya necesitaban una letra más grande, más visible, más llegadora y penetrante.
Las famosas narcomantas recurrirían al mismo señalamiento conocido: la amenaza velada, con nombres y apellidos, pelos y señales. Esta vez, en letra grande. Y algo muy grande tiene que estar pasando con los cárteles de la violencia organizada pues sus necesidades de comunicación interna, la que tendría que darse entre ellos (esos antiguos guiños y signos conformadores de una semántica casi íntima, podría decirse), en algún momento cambiaron de símbolos, de códigos; se rompieron.
Dado el mundo de los bajos fondos en los que estos fenómenos ocurren, me remiten, toda proporción guardada, a lo que ocurrió, en este aspecto comunicativo, en los barrios bajos de la periferia de la Ciudad de México en los años ochenta del siglo pasado. Época en la que se dio un fuerte auge de bandas juveniles (producto de la sobrepoblación reciente en esos lares y la búsqueda de identidad, infantil y juvenil, perdida en algún momento del éxodo familiar por la situación de pobreza, en la mayoría de los casos), que monopolizaban y dispersaban el terror por amplios territorios suburbanos, muy bien delimitados entre sí.
Las bandas juveniles e infantiles se comunicaban a través de tags y dibujos, mandándose mensajes. Asesinatos y encuentros sangrientos antecedían las amenazas por lanzar, los avisos, las advertencias, los eventos sangrientos por ocurrir, los lugares a prohibir… en fin, que el mensaje a transmitir, antes de la era cibernética, pasaba a través de los tagsgrafiteados o pintarrajeados con Esterbrook en las paredes o en los lugares más estratégicos. Para lograr el objetivo las pintas tenían que hacerse en el lugar y el momento precisos y por la gente más capacitada para hacerlo, pues de no ser así dicho procedimiento fracasaría. Y ahí, el golpe (el señalamiento social) no era para el receptor, sino para el emisor, con la pérdida de respeto que aquello significaba. Algo así como experimentar la gran diferencia entre ser y no ser.
Mensajes, amenazas y videos de ejecuciones son subidos a internet por los narcotraficantes para aterrorizar a sus contrincantes y a la población.
Mensajes, amenazas y videos de ejecuciones son subidos a internet por los narcotraficantes para aterrorizar a sus contrincantes y a la población. Foto: Especial
Cuando la vida transcurre bajo estas condiciones, se la vive constantemente sobre un arma de doble filo harto acojonante. Hubo una persecución contra estas bandas juveniles y pronto se desmembraron. Una de sus formas comunicativas intimidatorias era el tag que rezaba la palabra LEY después del nombre de su banda, tan sólo para decirle a propios y extraños quién mandaba ahí. Las reglas cambiaron, las grandes bandas fueron desapareciendo (mermadas por la violencia misma), llegó el caos y con él miles de chavos y chavitos que en aras de imitar a los grandes de antaño también utilizaron esa misma palabra del mismo modo, pero sin la violencia exacerbada real de aquellos. De hecho, a veces, carentes de dicho objetivo.
Así las cosas, ya no había territorios muy bien delimitados, sino un montón de grupos de amigos cuyo “territorio a defender” no iba más allá de su cuadra o del salvaje patio de su casa, según se lo mire. Pronto se vería por toda barda utilizable el nombre de miles de “bandas”, para nada peligrosas, con su correspondiente y nostálgico calificativo LEY, para darle cierta importancia a su existencia. El paisaje urbano se inundó, se atascó, con este rayadero (tal vez de ahí provenga el rechazo al grafiti).
En este símil, la necesidad de decir “aquí estoy”, “existo”, es al parecer el colofón de las organizaciones criminales y del narco que buscan una especie de identidad jurídica ante el mundo. Un reconocimiento cuyo método utilizado, ya lo hemos visto, proviene de la violenta conformación de los barrios suburbanos que hacían apología de la violencia local, sólo que, en este caso, de la cartulina a la manta, pasando por YouTube, se ha rozado ya con una apología casi terrorista. Así, sin más.
¿Por qué? Recordemos que recientemente algunos terroristas en la guerra de Irak subieron varias fotos y videos a YouTube, en donde se pudo apreciar la violencia asesina que hasta rayó en la metodología del video snuff. Aquí la justificación no sólo era territorial, sino ideológica y religiosa, en el contexto de la guerra como telón de fondo justificador. De los soldados gringos humilladores, ni hablemos. El narco también ha utilizado este medio para difundir ciertos videos. Si la cartulina y la manta tuvieron cierta efectividad comunicativa, por sus orígenes mismos, YouTube ya parecía algo inaudito ante lo arriesgado de llevar material por el mismo sendero que los extremistas islámicos. El objetivo comunicativo ya comenzaba a tambalearse, a desdibujarse por estos tumbos. ¿Qué pretende, ahora que ya se ha atrevido a secuestrar a camarógrafos y reporteros? ¿Qué, ahora que se sabe que pidieron transmitir videos caseros sobre asuntos ídem por cadena nacional? ¿Perciben a México como rehén terrorista enemigo y a la televisión como mensajero? No lo sé.
Lo que sí sé es que nunca será lo mismo una cartulina y una manta que un asesinato en vivo por YouTube. Lo que sí sé es que nunca será lo mismo una falta de ortografía que un video malhecho queriendo ser una estrella más del Canal de las estrellas. México no puede ser rehén de la violencia exacerbada. ¿No sabe, acaso, el narco, lo que ha significado la televisión pública en nuestro país? En el peor de los anacolutos ha confundido el barrio, la plaza, con nación y patria. Ya encarrerado, también al mensajero que mal escribía en sus mantas por alguien con micrófono, libreta y cámara.
¿No sabe que el rating no es narcovidens ni la amenaza patrocinador? ¿Que no es lo mismo cuerno de chivo que explosivos pegados al cuerpo con detonador? Para dichos menesteres, hace falta más que un asesor. La tele mexicana no es la vía, por mucho que sea el éxito que tendrá Teresa o el que tuvo Alborada.
México no puede ser rehén del narco, de las bandas, del terror ni de la violencia organizada. Si no lo es cuando la población común es atacada, mucho menos cuando es contra la palabra reporteada.
¡Jamás!
Por la libre difusión de las ideas, escritas o no, ¡ni un secuestro más!
Roberto Rueda Monreal

1 comentario:

  1. La tarde de ayer sabado me tope con 2 "patrullas"? en la Colonia del Prado, muy nuevas,desde luego con vidrios obscuros, pintadas pero solo decian MUNICIPAL, no especificaba si eran de TRANSITO O POLICIA; abajo estaba una persona con uniforme de camisa blanca. La verdad no me fije que numero tenian. Es valido que no especifiquen a que dependencia pertenecen?

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