lunes, 15 de noviembre de 2010

Cronista desnuda trama de jefes del narco

Fuente: Excelsior

Los capos son conocidos cuando ya tienen un largo historial. Cuando caen, suele ser por filtraciones de rivales, de acuerdo con Héctor de Mauleón. 

Claudia Solera 
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de noviembre.-Por años cruzaron cargamentos de droga por todo México, movían millones de dólares, tenían comprada a la autoridad. Ellos daban la orden de quién debía morir, secuestraron ciudades enteras y “nadie” los conocía. Ésta es la historia de los grandes capos mexicanos.
A los hermanos Beltrán Leyva se les conoció solamente los últimos cinco años, de una carrera criminal de dos décadas. Nadie sabía quién era El Chapo Guzmán hasta que ya era dueño del aeropuerto de la Ciudad de México; tenía un hangar para su uso exclusivo, custodiado por policías federales, y “por ahí pasaba lo inimaginable”.
Ignacio Nacho Coronel era un narco que ni siquiera se mencionaba. Desde 1999, Osiel Cárdenas Guillén pagaba a los periodistas locales para que no apareciera su nombre en los diarios y durante todo el sexenio de Ernesto Zedillo nunca le abrieron expediente alguno.
El cronista Héctor de Mauleón se dedicó a reconstruir y reordenar las historias de los capos mexicanos, desde 1985, a través de notas periodísticas, expedientes judiciales y averiguaciones previas. En su libro Marca de Sangre, Los años de la delincuencia organizada, editado por Planeta, deja varias pistas para entender el porqué de esta guerra. 
“Lo que tienen en común estos narcotraficantes —y han tenido desde el principio— es una serie de policías y funcionarios a su servicio, sin eso no se explican los imperios ni las leyendas que han logrado construir, ni los verdaderos ejércitos que tienen.

“Es un proceso que empieza con López Portillo, pero cuando Felipe Calderón inicia la guerra contra las drogas, ‘La Operación Limpieza’ revela una red increíble de complicidad. Estamos hablando de instituciones enteras, como la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) o la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) trabajando para los narcos”, dice Héctor de Mauleón, en entrevista con Excélsior.
La nómina
Amado Carrillo, por ejemplo, se estima que gastaba 500 millones de dólares mensuales para protección. En 1997, el zar antidrogas era “casi casi su compadre”, recibía mujeres, departamentos y dinero del capo.
Mientras, en Cancún, el director aéreo de la Procuraduría General de la República (PGR) esperaba sus cargamentos para escoltarlos.
Durante el sexenio de Vicente Fox, el informante número uno de los Beltrán Leyva pertenecía a Los Pinos. Y cuando detuvieron a El Mochomo, un director de inteligencia de la SIEDO les entregó a sus hermanos un croquis de las instalaciones, para que entraran a rescatarlo.
“Son historias que te dejan sin palabras y que obligan a cuestionarte: ‘Entonces, ¿quién ha combatido esto? y ¿en manos de quién estamos?’”, reflexiona.
Contrainteligencia
Marcas de Sangre recuenta las grandes detenciones o “éxitos” que ha tenido el gobierno federal en su lucha contra el narcotráfico. La mayoría sucedieron por filtraciones de grupos rivales. Es más, sin la contrainteligencia de los propios narcotraficantes, no hay forma de entender esas aprehensiones.
Existe la versión de que El Chapo Guzmán negoció la captura de El Mochomo, a cambio de la liberación de su hijo Archibaldo Guzmán El Chapito. A sólo tres meses de la detención de Alfredo Beltrán Leyva, Archibaldo salió de prisión.
Uno de los colaboradores que le temía a Osiel Cárdenas Guillén y llegó a considerarlo “engendro del mal”, “fue el mismo que puso en manos del Ejército los datos que permitieron su captura”, relata el libro.
En tanto, Amado Carrillo invirtió una fortuna para espiar e interceptar las llamadas de sus rivales, los Arellano Félix. Desde finales de los noventa ese capo había solicitado al zar antidrogas la encomienda de desmantelar el cártel del Tijuana.
“Se descubre que las detenciones del gobierno federal no son producto de ellos mismos, sino filtraciones de narcotraficantes para afectar a grupos rivales”, afirma Héctor de Mauleón.
De socios a enemigos
Así como dice la canción de los Tigres del Norte, contrabando y traición son el sello en la vida de los capos. Hace algún tiempo hasta parientes eran o compadres se decían, pero terminaron cobrándose venganzas y poniéndole precio a sus cabezas.
Arturo Beltrán Leyva estaba casado con una prima del Joaquín Guzmán Loera. Trabajaron juntos hasta 2008, cuando aprehendieron a El Mochomo, y se rumoró que quien lo había puesto era el propio Chapo.
Las cosas en verdad se pusieron feas cuando asesinaron a un hijo del líder del cártel de Sinaloa, Édgar Guzmán, en un centro comercial. Se dispararon 500 tiros y se accionó un lanzagranadas.
“La sangre del hijo de El Chapo seguía húmeda en el suelo —escribe un testigo— cuando corrió la versión de que el jefe del cártel de Sinaloa había jurado borrar de la faz de la tierra a los hermanos Beltrán”, se describe en Marca de Sangre.
El Mayo Zambada representaba al cártel de Tijuana, hasta que comenzó a traficar en Tijuana y Mexicali sin pagar derecho de piso. Y como no dio su cuota, prefirió aliarse al cártel de Sinaloa.
El Chapo rompió con el cártel de Tijuana. Algunos dicen que porque asesinaron a El Rayo López, a quien consideraba su hermano, otros rumoran que porque le robaron 300 kilos de coca. El Chapo también rompió con el cártel de Juárez, porque asesinaron a dos de sus operadores.
El motivo no importa, pero en el mundo del  narcotráfico parece que todas las alianzas y las reglas se hicieron para romperse. Y la guerra está que arde.
La moneda tiene dos caras
“La mayor parte de estos personajes, 25 años después, están muertos o están presos de por vida, de un lado y del otro.  Solamente unos cuantos quedan, los que han logrado mantenerse, como El Mayo, El Azul o El Chapo, se cuentan con la mano”, señala De Mauleón.
Pero la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) a esos tres personajes ya les puso precio. Ofrece cinco millones de dólares por cada uno.
Pero la otra cara de la moneda es ésta: a Ramón Arellano Félix, una bala de un policía ministerial le destrozo la cabeza.
Amado Carrillo quedó muerto en la cama de un hospital al intentar reconstruir su apariencia, a través de una cirugía plástica: “Presentaba vidriasis, hipotermia y palidez cadavérica”.
Arturo Beltrán Leyva fue emboscado en su departamento de Cuernavaca por marinos: “Una de las balas le arrancó el hombro de cuajo”.
El Mochomo fue arrestado el 21 de enero de 2008, por fuerzas especiales del Ejército.
Ignacio Nacho Coronel fue asesinado en un fraccionamiento de Zapopan, durante un operativo federal. Osiel Cárdenas Guillén enfrenta 17 cargos por crimen organizado en Estados Unidos. Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén Tony Tormenta fue asesinado por autoridades federales en una balacera que duró por lo menos tres horas en Matamoros, Tamaulipas.
2010-11-14 03:00:00

3 comentarios:

  1. FALTAN LOS ZETAS LAZCANO Y TODOS LOS DEMAS HIJOS DE SU PUTA MADRE DENLES BAJE

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  2. asi es faltan los malditos perros rateros secuestradores extorcionadores violadores de niñas y mata inocentes de LOS ZETAS, gobierno ponte las pilas caen los zetas y el pais mejora..

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  3. la tuta,el chapo y los que falten

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