domingo, 7 de noviembre de 2010

El nobel Vargas Llosa: México combate al narcotráfico de igual a igual

Fuente: CNN MEXICO
Domingo, 07 de noviembre de 2010 a las 10:59 
"Cada vez somos más numerosos quienes pensamos que ha llegado la hora de 
cambiar de política frente a la droga", dice Mario Vargas Llosa (AFP).

(CNNMéxico) — A pesar de las "astronómicas" sumas invertidas y la gigantesca movilización de efectivos para combatir el narcotráfico, el mercado de la droga sigue extendiéndose por el mundo a través de cárteles cada vez más poderosos en dinero y en estrategia militar, como se está viendo en México, opina el premio nobel de literatura 2010, Mario Vargas Llosa.
El presidente Felipe Calderón decidió enfrentarse, "con el Ejército como punta de lanza, a los jefes narcos y sus pandillas de mercenarios que pueden combatir de igual a igual, gracias a su poderío, con estados a los que tienen infiltrados mediante la corrupción y el terror", escribe en su columna Piedra de Toque, este domingo, a propósito de que California rechazó cultivar y consumir de manera legal la marihuana en un referéndum el 2 de noviembre, 57% contra 47% de los votos.
Vargas Llosa considera que la decisión de los ciudadanos de esta entidad, que hace frontera con el norte de México, fue una decisión equivocada.
"Habría sido un paso importante en la búsqueda de una solución eficaz del problema de la delincuencia vinculada al narcotráfico que, según se acaba de anunciar oficialmente, ha causado ya en lo que va del año en México la escalofriante suma de 10,035 muertos", expone el Nobel en la columna que publica el diario El Comercio, de Perú.
Son más de 28,000 muertos relacionados con el crimen organizado desde diciembre de 2006 —cuando asumió la presidencia Calderón— a junio de 2006, de acuerdo con cifras del gobierno mexicano.
"Los millones de electores californianos que votaron por la legalización de la marihuana son un indicio auspicioso de que cada vez somos más numerosos quienes pensamos que ha llegado la hora de cambiar de política frente a la droga y reorientar el esfuerzo, de la represión a la prevención, cura e información, a fin de acabar con la criminalidad desaforada", dice el ensayista y novelista.
Vargas Llosa critica que la lucha contra las drogas esté centrada en combatir los cárteles, grupos que pueden pagar mejores salarios que el Estado y de este modo "neutralizar o poner a su servicio a diputados, policías, ministros, funcionarios, financiar campañas políticas y adquirir medios de comunicación que defiendan sus intereses". En lugar de esto, propone una estrategia de salud pública y un camino que lleve a la legalización, una tarea —reconoce— nada sencilla.
"En un primer momento, como señalan sus detractores, traerá sin duda un aumento del consumo, sobre todo, en sectores juveniles. Por eso, la descriminalización solo tiene razón de ser si viene acompañada de intensas campañas informativas sobre los riesgos y perjuicios que implica su consumo, semejantes a las que han servido para reducir el consumo del tabaco en casi todo el mundo, y de esfuerzos paralelos para desintoxicar y curar a las víctimas de la drogadicción", señala.
"Pero el efecto más positivo e inmediato será la eliminación de la criminalidad que prospera exclusivamente gracias a la prohibición. Como ocurrió con las pandillas de gángsteres que se volvieron todopoderosas y llenaron de sangre y de muertos a Chicago, Nueva York y otras ciudades norteamericanas en los años de la prohibición del alcohol".
Vargas Llosa cita al columnista Nicholas D. Kristof del diario The New York Times, donde se afirma que la prohibición de la marihuana es la principal responsable de la multiplicación de pandillas violentas y cárteles que controlan la distribución y venta de la droga en el mercado negro. "La posibilidad de ganar dinero rápido delinquiendo resulta un atractivo irresistible para muchos jóvenes pobladores de los guetos negros y latinos, ya muy golpeados por el desempleo".
"No parece muy lógico ni coherente que si esta es la política que siguen todos los gobiernos en lo que concierne al tabaco y al alcohol, no la sigan también en el caso de las drogas, incluidas las drogas blandas, como la marihuana y el hachís, pese a estar más que probado que el efecto pernicioso de estas últimas para la salud no es mayor, y acaso sea menor, que el que producen en el organismo los excesos de tabaco y de alcohol", reflexiona el autor de La Fiesta del Chivo y El sueño del Celta, su nuevo libro.
"No tengo la menor simpatía por las drogas, blandas o duras (…) Es peligrosísimo que el Estado empiece a decidir lo que es bueno y saludable y malo y dañino, porque esas decisiones significan una intromisión en la libertad individual, principio fundamental de una sociedad democrática. Por ese camino se puede llegar insensiblemente a la desaparición de la soberanía individual y a una forma encubierta de dictadura. Y las dictaduras, ya lo sabemos, son infinitamente más mortíferas para los ciudadanos que los peores estupefacientes".

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