Fuente: Milenio
Mar, 14/09/2010 - 00:12 — Adriana
Apenas unas semanas después de que murió la pequeña Paulette  Gebarah, un dato saltó a la luz: Gerardo Álvarez Vázquez “El Indio”,  quien era operador financiero de la estructura delictiva de Edgar Valdez  Villarreal “La Barbie”, poseía un inmueblee en Hacienda del Ciervo,  a  sólo dos calles del departamento donde vivía la familia de la pequeña.  En el barrio, todos los vecinos sabían pelos y señales sobre la muerte  de la niña; en cambio, el hecho de que alguna vez se hubieran cruzado en  el parque o tal vez en el mismo elevador con “El Indio”, apenas les  mereció alguna mención. La actividad de una figura relevante en el  Cártel de los Beltrán Leyva, allá en la zona de Interlomas, fue  invisible para todos los vecinos.
Invisible, tal como resultó Sergio Villarreal “El Grande” en el  exclusivo fraccionamiento “Puerta de Hierro” de Puebla; como Édgar  Valdez Villarreal en Cañada de Alférez, Lerma, Estado de México; como la  actividad de José Jorge Balderas “El JJ” en Lomas de Tecamachalco,  Huixquilucan; o toda la operación delictiva que se ha detectado en  Condados de Sayavedra, La Herradura, Bosques de las Lomas y decenas de  zonas exclusivas donde líderes del narcotráfico han sentado sus rieles.
En todas estas zonas, la versión de los vecinos es la misma: no  sospechaban en absoluto de esas personas que llegaban de un día para  otro a comprar la casa de enfrente, valuada en por lo menos 3 millones  de pesos o –como “El Grande”- quien pactó el pago de 57 mil pesos  mensuales por rentar una de las casas más grandes de Puerta de Hierro.
Nadie preguntó nada, nadie dio ninguna bienvenida a los nuevos  vecinos. Nadie vio con extrañeza los vehículos último modelo blindados o  la entrada y salida continua de personas.
“Aquí yo nomás entro a mi casa y al vecino al que más le hablo es al  de al lado, tengo más de 10 años de conocerlo y sólo de hola y adiós”,  expresa Juan Alcocer, habitante del fraccionamiento Puerta de Hierro,  quien ha vivido aquí desde hace 15 años. “Aquí yo no conozco a nadie”.
En Condados de Sayavedra, en Atizapán, la situación es similar: luego  de que, a principios de año, la Marina realizó operativos en esa zona  en búsqueda de Valdez Villarreal “La Barbie”, los vecinos sólo atinaron a  señalar que habían escuchado rumores de que allí, junto a ellos, vivían  narcos, pero no podían identificarlos.
“Mire, todas las madrugadas bajan avionetas y descargan algo en los  ranchos. ¿A poco no lo sabe la Policía?”, preguntaba una vecina de esa  zona residencial, una de las más privilegiadas del complejo Esmeralda.  “Yo mejor no me meto en broncas”.
Más allá de la preferencia que los narcos tienen por los  fraccionamientos exclusivos y las residencias costosas, una de las  características que llama la atención es que, precisamente, esas zonas  se distinguen por su alto nivel de seguridad.
Para entrar al edificio Cibeles de Hacienda del Ciervo (que en  ocasiones visitaba El Indio), es necesario presentar identificación,  comprobar que vive o va a visitar a alguien dentro de ese lugar y ser  grabado por las cámaras de seguridad que no sólo están en el umbral,  sino también tienen vista hacia la calle.
En la zona Esmeralda, de Atizapán, hay cámaras de seguridad en las  calles y avenidas, para detectar sospechosos no sólo dentro del área  residencial, sino en los accesos a la misma. En los fraccionamientos, se  cuenta hasta con dispositivos de identificación de retina y huellas  dactilares.
En Puerta de Hierro, a donde “El Grande” llegó a residir apenas el 4  de septiembre, hay vigilancia de la Policía Auxiliar en la entrada y  cámaras distribuidas por todo el fraccionamiento.
En Jalisco, el fraccionamiento Colinas de San Javier, donde fue  abatido el lugarteniente del Cártel de Sinaloa  Ignacio “Nacho” Coronel,  se distingue precisamente por ser uno de los más vigilados: cuenta no  sólo con cámaras, sino con patrullaje constante.
Pese a todo ello, los narcotraficantes han logrado pasar inadvertidos tanto a los ojos de los vecinos como de las autoridades.
El problema es que esta situación no es nueva: desde hace más de  cinco años, San Pedro Garza García, en Nuevo León –considerado municipio  modelo - empezó con la terrible tendencia de ser refugio de capos.
Desde entonces se lanzó la alerta por la presencia de los  narcotraficantes entre las clases altas. Sin embargo -como se evidencia  en la penetración de los grupos delictivos en zonas de alta plusvalía  inmobiliaria- parece que las lecciones hacia el centro del país llegaron  tarde.
PD: Jimena Navarrete es muy hermosa, pero considero que el mejor  aliciente femenino en México es Patricia Duarte, madre de niño fallecido  en la tragedia de la guardería ABC de Sonora. No se olvida.
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