Fuente:  http://cpj.org/es/2010/09/silencio-muerte-prensa-mexicana-ciudad-cartel.php 
4. Ciudad cartel
En Reynosa, el cartel del Golfo controla al gobierno, la policía e incluso a los vendedores ambulantes. Pero eso no se lee en la prensa local: el cartel también controla los medios de comunicación.La nota más importante sobre la ciudad de Reynosa es una que no se  puede leer en la  prensa: el cartel del Golfo controla el gobierno  local, desde las fuerzas de  seguridad hasta los permisos que se otorgan  a vendedores ambulantes. El control  del cartel es tan extenso que los  policías,  los taxistas y los vendedores ambulantes fungen como  sus  espías, vigilando los patrullajes del  ejército mexicano, alertando a  los narcotraficantes rivales, observando a los  investigadores  federales, advirtiendo incluso a sus conciudadanos. No sólo eso:  el  cartel también controla a la prensa mediante una combinación de   intimidación, violencia y sobornos. Esta es la situación en Reynosa que  22 reporteros relataron al CPJ y  que no pueden compartir con la  audiencia local. Ni siquiera pueden permitir que  se publiquen sus  nombres en este informe, aseguran, porque eso podría poner en  riesgo  sus vidas. 
En esta situación, que tardó años en gestarse, participaron  funcionarios  de gobierno, dueños de medios de comunicación y los  propios periodistas. Hoy en  Reynosa--una ciudad de aproximadamente 600  mil habitantes, la más grande de la  frontera nororiental de México y  hogar de fábricas de ensamble estadounidenses  vitales para la economía  local--no reciben cobertura ni la ola de violencia, ni  la corrupción  municipal cotidiana. 
APARTADO: Medios colombianos en tiempos peligrosos
El narcotráfico en Reynosa  surgió hace muchos años. Quizá hace 60  años o más ya era parte importante de su  economía. Hasta hace poco, los  narcotraficantes usaban el territorio que  controlaban simplemente para  enviar sus productos hacia el norte. Pero, desde  hace seis años  aproximadamente, Reynosa  se convirtió también en un mercado para el  comercio callejero de  estupefacientes y finalmente en un lugar para  obtener dinero de sus habitantes  a través de secuestros y extorsión,  aseguran periodistas locales. En ese  cambio, Reynosa  es un caso  paradigmático de un patrón devastador que se reproduce en gran parte  de  México. 
Mari es parte de ese cambio histórico. Después de que fuera despedida  de  su trabajo en una planta de ensamble, comenzó a vender tacos en un  puesto  callejero que su tío le fabricó con llantas de bicicleta. Al  hacerlo, también  se convirtió en recluta de un sistema que efectúa  tareas de inteligencia  callejera para el narcotráfico. 
Como uno más de  los tantos vendedores ambulantes que parecen tapizar  la ciudad, afirmó Mari, su  tarea es informar cualquier cosa que ocurra  en su vecindario que pueda ser de  interés para el cartel. Por el  momento, el cartel del Golfo domina Reynosa, y la orden de Mari es  detectar cualquier  presencia de los Zetas, oponentes del  cartel del  Golfo en una guerra que aterroriza al pueblo de Tamaulipas. Al  cartel  le interesa claramente lo que hace la Policía Federal y el Ejército de   México. Pero su principal curiosidad pasa por conocer quiénes son los  que  pudieran estar pasando información a los agentes federales de  inteligencia.  "Quieren saber qué personas nuevas hay en la ciudad, si  vienen en carro o no, y  hasta dónde viven", relata Mari. "Incluso si  vienen de a dos o de a tres o si  vienen solos". Para conservar su  permiso para  vender tacos, Mari tiene que satisfacer a los funcionarios  municipales  quienes--según ella--le ordenan que pase información al  cartel. Por los peligros  que representa hablar abiertamente sobre estos  temas, Mari nos pidió que  omitiéramos su nombre completo. 
Para el público,  aquel pacto significa que el gobierno municipal  apoya un sistema de espionaje  contra sus ciudadanos. Para el  periodismo, es  un ejemplo de cómo los carteles han estrangulado a la  prensa: se trata de una  noticia crucial que la prensa no puede cubrir  sin poner la vida en riesgo. Los  narcotraficantes han implantado un  sistema de vigilancia en Reynosa desde hace mucho tiempo, pero en los   últimos tres o cuatro años, a medida que el cartel del Golfo penetró  cada vez  más en la vida y el gobierno de la ciudad, casi cualquier  persona está siendo  vigilada en las calles. 
O incluso desde un taxi. Los taxis piratas que recorren la ciudad sin   placas rebasan notoriamente la cantidad de vehículos de alquiler  legales. El  departamento de policía parece no haberse dado cuenta. Un  agente de policía,  que pidió que lo llamaran simplemente López, aseguró  al CPJ que solo había  visto taxis piratas en dos ocasiones un par de  meses atrás. Los periodistas  afirman que el cartel protege a los taxis  piratas, que pagan aranceles  mensuales y tienen que usar forzosamente  sus radios para informar sobre  cualquier movimiento del  ejército. El  CPJ entrevistó a ocho taxistas piratas por separado y todos   coincidieron en sus testimonios. Todos también pidieron el anonimato.  "Manejar  taxis es nuestra forma de vida, pero será nuestra forma de  morir si abrimos la  boca", afirmó un conductor detrás del  volante.  "Somos unidades móviles de información de 'ellos'". "Ellos" es un   eufemismo que el pueblo de Reynosa  utiliza para no mencionar  directamente al cartel. Entre taxistas, vendedores y  otros, la cantidad  de espías ambulantes y bien ubicados pueden ser miles,  estiman los  periodistas locales. La actividad de los taxis piratas es otro tipo  de  información que podría conducir a la muerte; es otro tema que no se  publica  ni se difunde en la prensa local, coinciden los reporteros de  Reynosa. 
Los carteles de la droga promueven la censura mediante una  combinación de  amenazas, ataques y sobornos. Cuando los carteles no  quieren cobertura sobre  notas específicas, como  enfrentamientos  armados entre narcotraficantes y el ejército, les indican a los   policías que trabajan para ellos que informen a los reporteros que la  noticia  está prohibida. Muchos reporteros de la crónica del crimen  aceptan dinero para sesgar la  cobertura informativa en favor de los  delincuentes, aseveraron los periodistas  locales al CPJ. El cartel del  Golfo también patrocina su propia página de  Internet, una especie de  portal de relaciones públicas, según señaló un ex  reportero del  sitio  Web. Si cierta información está en el sitio de Internet significa que su   publicación en la prensa está permitida. De lo contrario, el tema se  considera  prohibido, señaló el reportero. Otros informes están  prohibidos por amenazas de  larga data. Los reporteros saben, por  ejemplo, que nunca deben mencionar los  nombres de los miembros del   cartel o incluso los nombres de los carteles en sus notas. Afirman tener  miedo  de informar hasta sobre los accidentes de tránsito, porque  podría ser que  alguno de los implicados fuera miembro de un cartel (o  la novia de alguno de  ellos) cuyo nombre no hayan reconocido. 
Los reporteros saben que tienen prohibido escribir informes sobre la  ola  de secuestros en la ciudad o la consolidada práctica de la  extorsión, que  comenzó con las grandes empresas y que fue avanzando  hacia abajo hasta llegar a  las taquerías. Un editor con años de  experiencia, que se reunió con el CPJ sólo  bajo condición de anonimato,  afirmó que el cartel ha hecho conocer sus deseos  con relación a los  secuestros y las extorsiones. "En cuanto a los secuestros  comunes, los  perpetrados por delincuentes comunes, nos los informan y dicen que   podemos cubrirlos. De otra forma, ninguna cobertura sobre secuestros. Lo  mismo  para la extorsión", revela el periodista. En los últimos tiempos  la situación  ha empeorado, según su experiencia. "Ahora lo tienen  todo. Su competencia ha  desaparecido, de modo que todo es intocable". 
El editor afirmó que los periodistas también saben lo que significa   enfrentar al cartel. "Te secuestran, te torturan por horas y luego te  matan y  te descuartizan. Y tu familia siempre estará esperando a que  regreses a casa".  En un escalofriante ejemplo de los brutales métodos  que utilizan para hacer  cumplir sus deseos, los narcotraficantes  secuestraron a tres periodistas en  marzo y ahora se teme por sus vidas.  Colegas indicaron que los tres habrían  hecho algo para enfurecer al  cartel del Golfo o a los Zetas o bien cayeron  víctimas en la disputa  por hacer favores a alguno de los dos grupos.
Es difícil determinar con certeza cuándo el cartel del Golfo adquirió  su  poder actual sobre la ciudad. No ocurrió de repente, indican los  reporteros. La  mayoría coincide en que el cambio se remonta a tres o  cuatro años atrás.  Previamente, el cartel tenía una especie de gobierno  paralelo desde el cual  ejercía una fuerte influencia en instituciones  como la policía y el gobierno municipal. El  presidente municipal de  Reynosa, Oscar Luebbert Gutiérrez, no respondió a un  cuestionario por  escrito enviado por el CPJ, pero los periodistas aseguran que  el cartel  está fuertemente arraigado en el gobierno y obtiene prácticamente  todo  lo que quiere. 
Para que las  mercancías crucen la frontera, se supone que el  gobierno federal debe imponer  aranceles y los agentes aduaneros  asegurarse de que los pagos lleguen a las  arcas federales, señalaron  los reporteros. Pero varios afirman que el cartel,  en gran medida,  establece los aranceles y recibe los ingresos. La secretaría de   Hacienda y Crédito Público, que supervisa a los agentes aduaneros, no  respondió  a un pedido para efectuar comentarios enviado por el CPJ.  Dentro del gobierno  municipal, la influencia del cartel comienza  en  áreas tales como  los reglamentos de zonificación y las licencias de  alcoholes, afirman los  periodistas. El control, agregan, se ha  extendido ahora a los funcionarios de  bajo nivel en muchas dependencias  municipales. Así, por ejemplo, el cartel  puede negarle a Mari un  permiso de venta ambulante si se rehúsa a ser  informante. Su vasta  influencia en la policía municipal significa que se  ignoran los delitos  del  cartel mientras que las licencias callejeras se vigilan de cerca,  cuentan los  periodistas. Refiriéndose a la policía, Mari relató al CPJ:  "Ah, pues ellos  siempre están interesados en mi aquí y los otros  también". 
Los reporteros y editores afirmaron que el cartel obtuvo parte del  control directamente  a través de la financiación de las campañas  políticas, pero la mayoría se hace  cumplir mediante amenazas de muerte.  Después de que un líder sindical fuera  secuestrado y más tarde  liberado, resaltaron los periodistas, los miembros del cartel  repentinamente aparecieron como  trabajadores fantasmas en la nómina del   municipio y en las nóminas de empresas privadas. Los funcionarios  municipales  que no obedecen las órdenes del  cartel temen por sus  vidas, destacaron los reporteros. Estas noticias tampoco  están  disponibles para que el pueblo de Reynosa  las lea o las escuche. A  medida que el pueblo perdía a su ciudad, los  reporteros también perdían  su capacidad de informar lo que sabían, reconocen  los periodistas. 
Cuando el cartel del Golfo llegó a la región con sobornos y amenazas   contra los periodistas, los mafiosos ya estaban imponiendo su propia y   sanguinaria versión de un sistema creado por el partido en el poder y  por la  prensa misma. Los dueños de medios de comunicación y los líderes  de gobiernos  municipales desde hacía tiempo que habían compartido su  interés por controlar  lo que la prensa publica, según muchos  periodistas de Reynosa. Y durante muchos años, aseguraron,  los  periodistas se habían acostumbrado a que les ordenaran mantenerse  alejados  de muchos temas, ya sea a través de sobornos o despidos para  los que se  rehusaran.
Como en la mayor  parte de México, los gobiernos estatales y  municipales han sido históricamente  los principales anunciantes en la  prensa local. "Sin contratos con el gobierno,  quizá la mayoría de los  medios aquí habría tenido que cerrar sus puertas",  señaló un jefe de  redacción en una entrevista con el CPJ. Algunos anuncios son  la típica  propaganda de servicios públicos, pero otros son virtualmente   publicidad electoral. Esta cantidad de publicidad proporciona a los   funcionarios de gobierno el derecho de vetar información que no les  agrada,  añaden los periodistas, a tal punto que a los reporteros rara  vez se les ocurre  escribir sobre esos temas. La experiencia de un  reportero del  periódico más importante de Reynosa, El Mañana,  sirve  como  ejemplo. Indicó que varios años atrás cuando propuso un informe  sobre el  presunto enriquecimiento inexplicable de un ex alcalde, su  editor le dijo:  "Tenemos un convenio con el presidente municipal. Si  tienes algo malo que  contar sobre él, abre tu propio periódico."
Para ayudar a  perpetuar este esquema, existe una combinación de  sueldos miserables para los  reporteros y sobornos públicos, o chayos,  ofrecidos por el ayuntamiento.  Incluso en los grandes medios los  reporteros ganan el equivalente a 350 dólares  al mes. Aceptar los  sobornos parece necesario, pero una vez que un periodista  acepta coimas  se espera que el tratamiento al gobierno municipal en la  cobertura sea  favorable. Una cobertura independiente les significaría una  pérdida.  El presidente de la Unión de Periodistas Democráticos, Oscar Alvizo   Olmeda, estima que el 90 por ciento de los periodistas de Reynosa están  en la  nómina del gobierno, una cifra con la que coinciden los  periodistas locales.  Los reporteros concuerdan en que el sistema está  tan afianzado que incluso  firman recibos en el ayuntamiento cuando  reciben su dinero. 
El jefe de información asegura que los dueños de los medios  informativos  alientan este esquema porque les ahorra dinero en salarios  y los mantiene  alejados de los problemas con el gobierno. Y señala:  "Todos sabemos que el  reportero recibe su chayo y luego se convierte en  gran amigo del gobierno". Reynosa  y el estado de Tamaulipas deben ser  el ejemplo más extremo en México de  sobornos del  gobierno a los  reporteros, según organizaciones mexicanas que monitorean a la  prensa. 
El mismo esquema a través del cual  reporteros y editores ignoran las  debilidades del gobierno municipal permite, de hecho, a  los poderosos  narcotraficantes desafiar a un gobierno municipal demasiado débil  y  corrupto para resistirse. Era de pronto necesario una labor informativa   honesta sobre el gobierno local, pero la oportunidad para conseguirlo  ya se  había desaprovechado. En la actualidad, admiten los periodistas,  los matones del cartel están impartiendo órdenes a las autoridades del  municipio. El cartel  es a su vez el poder que le dice a la prensa lo  que el pueblo de Reynosa debe o no saber.  La censura se hace cumplir a  punta de pistola. 
Al controlar a la prensa, el cartel quiere evitar "calentar la  plaza",  una frase que significa llamar demasiado la atención sobre el  tráfico de  drogas, según los periodistas. Afirman que el cartel  controla con facilidad al  gobierno municipal, y prefiere que el  gobierno federal se mantenga lejos de Reynosa y del  estado de  Tamaulipas, área que domina el cartel del Golfo. "No crea que el   gobierno federal desconoce lo que estamos sufriendo," confesó el  experimentado  editor. "Pero si la plaza no está caliente, sin cobertura  informativa, el  gobierno federal puede pretender que no sabe. Si los  ciudadanos ignoran lo que  ocurre, la presión para una intervención  federal es menor".
La situación era ya terrible a medida que el cartel ejercía mayor   influencia sobre el gobierno y la prensa permanecía en silencio. Pero a  fines  de febrero, se desató un feroz combate entre el cartel del Golfo y  los Zetas.  En Reynosa y  las comunidades aledañas, estallaron las  balaceras en las calles. Informes de  la prensa de los Estados Unidos  hablan de decenas de bajas entre los grupos  mafiosos. Los ciudadanos  comunes también estuvieron en peligro mortal y los  reporteros sabían,  en general sin que fuera necesario advertirles, que se  exponían a la  muerte si informaban sobre los combates. No hubo básicamente  cobertura  de la guerra en la prensa local, relataron los periodistas.  Amenazaron  directamente a los dueños de los medios informativos, según Gildardo   López, presidente de la Cámara de Comercio local. "Los conozco", apuntó  López.  "Dos son amigos cercanos. Ambos se fueron a Texas y se llevaron a  sus familias por un  tiempo". 
Se registraron decenas de enfrentamientos. Algunos duraron más de una   hora y asolaron los pueblos cercanos. Pero nada de esa guerra abierta  en las  calles se podía leer en los periódicos locales, ver en la  televisión o escuchar  en la radio en esos días. Sólo los periódicos de  los Estados Unidos y las  agencias informativas hicieron una amplia  cobertura del tema. La situación alcanzó tal punto de  deterioro que el  14 de marzo el Departamento de Estado de los Estados Unidos  autorizó la  salida del país de los familiares de los trabajadores del servicio   exterior en los consulados estadounidenses en Nuevo Laredo y Matamoros,  ambos  cercanos a Reynosa. 
El 1 de abril, en un espectacular operativo contra el ejército a  plena  luz del día, uno de los dos carteles en guerra arrolló con un  convoy de  camionetas la fachada de una zona militar en Reynosa y abrió  fuego con rifles  de asalto y granadas de mano. Mientras los soldados  intentaban reaccionar, los  atacantes bloquearon las salidas de las  instalaciones militares con camiones  robados. Al parecer intentaban  encerrar a los soldados dentro de su base para  permitir que los  sicarios del  cartel asesinaran a sus rivales sin interferencia. El  ejército dio a conocer un  comunicado de prensa sobre el asalto, pero  virtualmente no se publicó ninguna  información independiente sobre el  ataque o la gravedad de los enfrentamientos  en toda la ciudad. La  prensa local simplemente no cubrió esta historia. La nota  de ocho  columnas del día siguiente en El Mañana, el principal periódico de la   región, se refería a una inexplicable falta de interés de los ciudadanos  en  recoger sus credenciales para votar el último día en que estuvieron   disponibles. 
El conductor de un programa de radio habló del dilema entre advertir a  la audiencia  durante el peor momento de los combates, y evitar que lo  mataran por hacerlo.  "¿Qué les digo? No puedo decirles la verdad. No,  eso no. ¿Pero cómo puedo  dejarlos morir en una balacera? Entonces debo  decir cosas como 'En tal lugar hay peligro por el  momento'. O bien  'Escuché que tales calles son un lugar para mantenerse  alejado.' O 'una  persona nos llamó para decirnos que el director de la escuela  X dijo  que algunos padres de familia se estaban llevando a sus hijos a casa'". 
El editor con años de experiencia tuvo reflexiones similares sobre  los peligros  de decirle al público la verdad para ayudar a salvaguardar  sus vidas. "No  podemos informar que la situación es seria porque a eso  se le considera  'calentar la plaza'; mucho menos podemos decir que hay  convoyes de camionetas  con asesinos del cartel del Golfo al volante,  manejando como locos en nuestra  ciudad y disparando ametralladoras  calibre .50 en las calles. Olvídalo". 
Luego el periodista agregó. "¿Podemos publicar que las personas se  están  escondiendo en sus casas? ¿Es bueno el pánico para el negocio?  Pues no, no  podemos". En otras palabras, informar que una zona está  siendo asolada por  mafiosos tampoco es bueno para los anunciantes. 
López, titular de la Cámara de Comercio local, expresó casi lo mismo.   "Creímos que era buena idea censurar la cobertura de los  enfrentamientos,  porque como  grupo de negocios va en contra de  nuestros intereses publicarlo". Asegura que  no hubo presión de su grupo  contra los dueños de los medios informativos  locales. Se trató, según  dijo, de una cuestión de intereses compartidos. 

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