sábado, 10 de julio de 2010

Tamaulipas: Bajo un huracán, pero de balas

Fuente: Proceso
Gerardo Albarrán de Alba



FRONTERA CHICA, Tamps., 10 de julio (Proceso).- La lluvia que no cesaba... La lluvia estruendosa que trajo a esta tierra el huracán Alex no era, no es suficiente para borrar las huellas de la vida de todos los días en la frontera tamaulipeca. Desde febrero, Gustavo Díaz Ordaz, Camargo, Miguel Alemán, Mier y Nueva Ciudad Guerrero han sido escenario de combates que igual duran unas horas que varios días. Abandonados por las autoridades, los caseríos, rancherías, pueblos y pequeñas ciudades son botín de guerra; sus habitantes cuentan desde el anonimato –no hay de otra, usted se va, nosotros nos quedamos– cómo son rehenes de la saña inaudita con la que el cártel del Golfo y Los Zetas intentan aniquilarse mutuamente.
Aquí ya no se mata como antes. Los más viejos todavía recuerdan un tiempo en que la venganza era una forma de justicia primitiva en esta tierra de contrabandistas y pistoleros épicos. Sólo el que debía algo esperaba la hora de pagar; los demás vivían sin pendiente. La muerte era cosa de héroes. Ahora no. Hoy se muere nomás porque sí, porque ibas pasando, porque te tocaba aunque no quisieras, porque no le gustaste a alguien. La muerte ya no discrimina porque aquí hay una guerra sórdida, porque las batallas no tienen reglas y se libran en las calles, entre la gente, frente a las escuelas y los mercados, en los caminos y veredas, porque todos son sospechosos de ser el enemigo.
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Todavía no es la hora de la siesta y las calles de Gustavo Díaz Ordaz están desiertas, cerrados tres de cada cinco negocios sobre la avenida principal, la única sobre la que circulan algunos autos y trocas viejas. Calles adentro, apenas una que otra persona asoma en el porche de su casa; casi nadie en las aceras. La gente se volvió pesada al andar; parece que no camina, deambula, arrastra su sombra como si fuera a ninguna parte.
Aquí empieza la frontera chica, cinco municipios en la ribera del río Bravo que han sido masacrados, entre Reynosa y Nuevo Laredo, ciudades pujantes por comparación. Su rutina se alimenta de rumores sobre enfrentamientos que se avecinan. Saben qué significa el miedo: desde febrero, Gustavo Díaz Ordaz, Camargo, Miguel Alemán, Mier y Nueva Ciudad Guerrero han sido escenario de combates que igual duran unas horas que varios días. No es sólo ganar la plaza, controlar la franja fronteriza; es prevalecer sobre un rival que alguna vez fue aliado, es una cuestión del orgullo pervertido que se alardea en los narcocorridos.
La gente que me rodea / es gente muy decidida / antes de ser prisioneros / prefieren perder la vida / es pura gente elegida / con diploma de suicida.

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Las elecciones del domingo 4 transcurren en relativa calma. Nada rompe el marasmo en el que viven los menos de 70 mil habitantes de estos cinco municipios. La labor fue hecha desde antes, mediante amenazas a los aspirantes del PAN, que se queda sin candidatos en Guerrero, Mier y Camargo, lo mismo que del PRD, que sólo no compitió en Guerrero.
Decir que la oposición en Tamaulipas es testimonial resulta una exageración; los comicios son más bien un pretexto para renovar el control del crimen organizado sobre las corporaciones policiacas, coinciden en corto panistas y perredistas. El resultado: tres de cada cinco potenciales electores no sufragan y el PRI arrolla. José Julián Sacramento y Julio Almanza, candidatos a gobernador del PAN y PRD, achacan al miedo el abstencionismo cercano a 60% en todo el estado; hasta el gobernador del no pasa nada, Eugenio Hernández Flores, así lo reconoce. Pero en la frontera chica se disparó hasta 75%.
Extractos del reportaje que se publica en la edición 1758 de la revista Proceso, ya en circulación.

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