lunes, 18 de abril de 2011

“No puedo hablar... nos ven”

Fuente: Milenio

San Fernando es el paso de la muerte para los migrantes que quieren llegar a EU, de acuerdo con trabajadores, periodistas y pobladores.
2011-04-18•M.P.

Víctimas encontradas en las fosas del poblado fronterizo. Foto: AFP


San Fernando es tierra de locos. “Los hombres han enfurecido”, comenta por teléfono una trabajadora de ese municipio tamaulipeco y su voz costeña —la localidad toca aguas del Golfo de México—, acompañada de una risa nerviosa, ruega: “No puedo hablar”. Se le insiste, pero no cede y cuelga.
La línea queda muda. Varias llamadas hechas desde el DF quedan igual, sin respuesta. Una mujer que trabaja en una constructora también ríe nerviosa y cuelga. Pero antes dice: “Nada, nos ven”. ¿Quiénes? ¿Dónde?
San Fernando está a la mitad del camino entre Ciudad Victoria y Matamoros. Sobre la carretera federal 101, rumbo a la frontera, se encuentra el ejido La Joya, lugar ya maldito para sus pobladores: en menos de ocho meses se han descubierto fosas con 145 cadáveres y los cuerpos de 72 migrantes centroamericanos en un rancho de la localidad (agosto de 2010). En total 217 víctimas.
No hay antecedente de esta violencia. ¿Quién los mató? ¿Quién los enterró? ¿Quiénes son? Los pobladores sospechan, pero callan.
Migrantes, presa fácil
La carretera —“una boca de lobos” por las noches— es un camino obligado de los migrantes que van de comunidades pobrísimas de San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro o Michoacán a Estados Unidos.
Esta en la peor época del año. El suelo está caliente y la tierra, seca. Pero el clima no amaina los secuestros, extorsiones y muertes. Es la historia que se conoce de meses atrás, pero nadie hace caso.
Periodistas locales que se niegan a ser identificados suman a esta población “caliente” Ciudad Mier, Abasolo, Padilla, Hidalgo, Ciudad Mante, Ciudad Victoria y Soto de la Marina. “El narco las está exterminando y no hay gobierno que se le enfrente”, dicen.
Matan a la gente como animales
Gerardo salió de Honduras en noviembre de 2010. Su deseo entonces era reunirse con su familia en Tennessee y ganar dólares.
En el poblado de Medias Aguas, Veracruz, él y otros 18 muchachos escucharon un grito cuando viajaban en el tren que los acercaría al sueño americano: “¡Se bajan cabrones, pero ya!”
Era un grupo de chavales armado. La cuota por dejarlos seguir fue de mil dólares por cada uno. Una mujer oriunda de ese pueblo les advirtió: “Están matando a la gente como animales”.
Los hombres llevaban cuernos de chivo (arma larga) y machetes. Siete migrantes no obedecieron, corrieron, pero fueron detenidos. En escarmiento, los chavales mataron a uno.
Primero le pegaron un balazo. “Ya no va a servir para nada”, dijo uno; “entonces hay que matarlo”, señaló otro. Lo colocaron sobre el riel y con un machete sin filo le destrozaron la cabeza.
Las familias de los prisioneros tenían que enviar el dinero del rescate a una mujer de Veracruz. Ella avisaría quién había cumplido. Seis no pagaron la cuota: les cortaron los pies, los molieron a palos y, al final, los rociaron de balas.
Gerardo y otros siguieron su camino. En territorio tamaulipeco fueron interceptados por militares, quienes les advirtieron que estaban en una zona de riesgo. Pero para ellos todo México es zona de riesgo.
La carretera de la muerte
Al kilómetro 173 de la carretera 101 se le conoce como El paso de la muerte. Ahí ocurre todo. La muerte se esconde en cada rescoldo de esa línea que apunta hacia la frontera. Tres Palos y La Rosita son otras comunidades de riesgo.
También lo son la Luis Donaldo Colosio, Las Torres, La Caminera, Emiliano Zapata, Las Malvinas. Todas de San Fernando. “Los grupos armados van y vienen por aquí”, dicen los periodistas consultados.
“Es tierra de narcos y es arriesgado ir por allá; no podemos ni pisar la carretera”, señala una reportera.“Ir a San Fernando sería una pendejada; no hay seguridad, a menos que vayas con soldados o marinos”, señala otro.
“Es una locura todo lo que está pasando en ese poblado, que está a dos horas de Matamoros; han matado a mucha gente, han secuestrado a muchos más de los que han aparecido”, asegura otro.
Sobre la carretera el peligro acecha a cualquier hora. Los retenes criminales son recurrentes. “Revisan quién viaja en los autobuses, en vehículos particulares, en el transporte de carga; los paran en ciertos tramos de la carreta donde no hay vigilancia”, añade un periodista de Nuevo Laredo.
Un dirigente del autotransporte local asegura que en este tramo “ha desaparecido personal de Pemex, de la CFE, maestros y muchos migrantes; las procuradurías se limitan a recibir las denuncias y no hacen nada por investigar”.
Aquí en San Fernando los migrantes son presa fácil de los delincuentes. En tanto, los pobladores aceptan que viven en zozobra permanente. Otros han huido, incluido el alcalde, quien mira todo desde Ciudad Victoria.
Hasta la fecha se han hallado 217 víctimas, pero podrían ser más. Las excavaciones continúan.
Francisco Mejía y Ricardo Alanís

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